David Ortiz se ha ganado un lugar único en la historia de Boston — y no solo en su historia deportiva. Al acoger Ortiz, quien jugará su último juego este mes, Boston no solo está honrando a un individuo excepcional dentro y fuera del campo de béisbol. La ciudad también está reafirmando su imagen multicultural e internacional, y como un lugar que puede aprender las lecciones del pasado y elevarse por encima de sus tensiones raciales históricas.
Boston era una ciudad muy diferente cuando Bill Russell, un basquetbolista afroamericano de asombroso talento, llegó y se encontró con un ambiente glacial. El jugador legendario de los Boston Celtics era atacado por ser negro y tuvo que aguantar insultos racistas por mucho tiempo, tanto así que Russell se refería a esta ciudad como un “mercado de racismo”. Ahora uno de cada cinco residentes de Boston es latino y los dominicanos suman un 13 porciento de la población total de Boston nacida en el extranjero. Además recientemente sobrepasaron a los puertorriqueños como el grupo de origen hispano más grande en la ciudad.
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Los logros atléticos de Big Papi, por supuesto, hablan por sí mismos. El toletero de los Medias Rojas surge a lo grande: están sus dos cuadrangulares decisivos en la Serie por el Campeonato de la Liga Americana en 2004 y su jonrón con las bases llenas para empatar el segundo juego contra los Tigres de Detroit en la serie por el mismo campeonato en 2013.
Ortiz también ha sabido traducir su fama en servicio comunitario significativo. Su fundación, el “David Ortiz Children’s Fund”, establecida en 2007, apoya una variedad de causas infantiles en las que Ortiz cree, aquí en Nueva Inglaterra y en su natal República Dominicana. A la fecha, la fundación ha recaudado aproximadamente $2 millones de dólares y ha proporcionado cirugías de vida o muerte a más de 600 niños. Además, está su famoso
llamado público después de las bombas del Maratón de Boston —
indescriptible aquí, pero fue catártico, inspirador y electrizante.
Muchos atletas juegan más allá de su tiempo. Y sin duda una de las cosas más impresionantes de Ortiz es que se retira por lo alto. Ha tenido una temporada extraordinaria en 2016: 38 jonrones, 127 carreras impulsadas y un porcentaje de “slugging” de .620. Es simplemente apropiado que los Medias Rojas hayan decidido retirar su número y que su nombre quedará enaltecido en un puente y en una calle cercanas a Fenway Park.
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Su destreza en el diamante ha sido una dicha para los fanáticos de Boston, y su carácter y capacidad de resurgir han sido un regalo para los Bostonianos, quienes lo han acogido como uno de los suyos.